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domingo, 24 de marzo de 2013

La Perimetral a Benissa





¡Tampoco será para tanto! Es lo primero que piensas cuando ves “Dificultad: Muy Alta” en las indicaciones generales de una carrera de montaña.  Ya los participantes de la primera edición en “La Perimetral a Benissa”, a su fin, contaban que resultaba una carrera con un recorrido muy exigente, muy singular, y con una organización mayúscula.

A los que nos gustan los retos, y vamos cogiendo el gustillo a estos desafíos, nos pareció que esta prueba podía ser uno de los objetivos marcados en este año 2013, por ello, y en el caso de este neófito en tales lides, quise comenzar el año con una prueba larga, pero no tanto, por eso de la toma de contacto y sin necesidad de “quemar todas la naves”, de ahí la decisión de correr “El Maratón de Sierra Espadan”, a un mes vista del gran objetivo.

Aquella primera prueba de contacto, me sirvió para venirme arriba, quizás excesiva y peligrosamente, ya que por aquellas fechas me encontraba en un pico de forma, y pude afrontarla con una solvencia de la que quedé gratamente sorprendido. Infravaloré la fase de recuperación posterior, dejándome en una situación de vacío tal que pude ser víctima fácil de resfriados y gripe, quedando en este tiempo imposibilitado para ir acumulando entrenos y peor aún, recuperar y quedar como poco al mismo nivel. Y como expresión gráfica de mi situación física, el resultado de la carrera de montaña en Castalla, que hice únicamente por proximidad y como parte de entrenamiento, en la que salí enfermo, teniendo que realizar alguna parada técnica durante la prueba, pero bueno…, aún quedaban casi dos semanas, tiempo suficiente de recuperación.

Bueno, ya está la fecha, mi prueba de bautismo en el ultra fondo, después de darle muchas vueltas, comuniqué a la organización mi deseo de pasar la noche previa, en Benissa; no había problema, me indicaron que metros de suelo libre quedaban algunos en el albergue de aquella localidad. Al fin y al cabo, el propósito era evitarme el estrés que me supondría realizar los pocos más de cien kilómetros que me separaban de aquella localidad, y la preparación previa de aquel viaje, que aunque corto, por la hora a la que sería conveniente la llegada, sobre las cinco de la mañana, sí que parecía que era adelantar la épica de la prueba unas horas antes.

Calculé la llegada a Benissa el día de antes, con tiempo para recoger el dorsal, así lo hice, y me salió redondo, porque estaba en aquellas, cuando alguien de la organización se me acercó, y tras reconocerme que a veces veía muertos o los que pronto iban a serlo (deportivamente hablando, claro), me ofreció la posibilidad de que descansara estas horas previas en mejor aposento, indicándome uno más propio de cortesano que de plebeyo. Y así fue como acabé compartiéndolo con los Señores (federación) y, como no podía ser menos en tan regia estancia, con el que a toda luces también lo era el de la carrera: Sebas Sánchez. Eso sí, en el lustroso Albergue de Benissa, edificio de porte señorial e histórico situado a la espalda del convento Franciscano y un antiguo seminario de la misma corriente; ubicación nunca más acertada, para algunos como el que os lo relata, ya que sería premonitorio sobre las enseñanzas que tendrían por venir, en el abrupto camino del seminarista a Corredor de Montaña.

Tras aquella media noche, adosado a la élite de la prueba, con el sueño continuamente interrumpido por los soniquetes de móviles que advertían de la llegada “wassup” y otros ruidos no tan tecnológicos, fueron como suele ser habitual los tecnológicos los que advirtieron a los “dormitones” de la hora de poner de punta los huesos; ¡cómo, pero sin son las cuatro de la mañana!.

Desayuna lo que puedas, estilo “Diana la de V”, y para la Salida. Lo que quedaba de noche resultaba plácido, en temperatura y con ausencia de viento y ambientazo en los aledaños de la Salida. Amenizando, para desgracia de los sacrificados vecinos, una batukada. Al ritmo de ésta, mi corazón. La resaca de tal derroche de pulsaciones lo pagué en el punto más alejado de esta coqueta y hospitalaria ciudad de Benissa, por suerte para mi intransigente ego ya que de lo contrario hubiera rendido armas.

Inicio rápido, controlado, pero rápido, a tal punto que ya en la primera subida nada más dejar los primeros campos de cultivo aledaños al pueblo, se creó un grupo cabecero de no más de una decena de componentes y entre éste, y la estiradísima fila de luciérnagas que lo seguía, se encontraba un importante apagón, mitigado por el brillo tenue de algún que otro que se resistía a abandonar tan peligroso ritmo, temiendo que ese ansia podía ser el queso de la ratonera, yo era uno de esos, movido por la ilusa esperanza de que finalmente podía ser más rápido que el resorte que la cierra.

Después de aquella primera subida, espoleados por el amanecer, se abrieron tales huecos que ya comencé a correr en total soledad, aunque resultaba francamente difícil tener tal sentimiento, cuando estaba custodiado todo el recorrido por voluntarios, vestidos con su camiseta verde, verde esperanza, dice la organización que unos trescientos, pero parecían muchos más, y alentando continuamente a los corredores. Desde aquí mi reconocimiento y total agradecimiento, seguro que son responsables de que no hubiera más abandonos, por ello, el logro personal que supone realizar una gesta de este tipo, hay que agradecerla a los que sacrifican su tiempo para facilitar el escenario.

El recorrido perfectamente señalizado, sin pérdida, ni siquiera para mí, camisetas verdes por doquier, y once  avituallamientos repartidos en los sesenta y cinco kilómetros del recorrido, entre ellos, atendiendo la dificultad y desgaste físico que suponía el tramo, algunos separados por escasos cuatro kilómetros, y recibidos en cada uno, como si fueras el primero de la carrera. En el de Senija había “speaker” que incluso sacaba, al que podía, algunas palabras. Esto es lo amable de la carrera, la dureza la pone el perfil y la dificultad técnica de muchos de los tramos, tanto de bajada como de subida, y la cantidad de kilómetros que se hacen por crestas de la sierra, que en esta zona están descarnadas dejando al aire filos de la piedras como sílex. Y no es casualidad este ejemplo, ya que en la cima de Bernia, kilómetro treinta y dos, se encontraba el premio “cro-magnon” al primer valiente.

Parece ser que llevaba gasolina hasta a aquel punto, porque fue a partir de ahí cuando ya dejé de carburar, me bajaron las pulsaciones y el ánimo, en los metros de cresta que había que recorrer entre las dos cotas máximas, ya no conseguí que volvieran a subir, por aquel lugar pasé entorno al veinte, y en la bajada técnica de aquella cota máxima ya empecé a plantearme la posibilidad de abandono, tropezaba, perdía la senda, resbalaba “sin ton ni son”, y no me quitaba de la cabeza el desanimo de ver truncada esta fecha que con tanto anhelo había esperado.

Con aquellas cavilaciones llegué a un avituallamiento de sólido, ya con idea de entregar la cuchara, casualmente estaba el director de carrera, hizo el comentario general de que a partir de ese punto era cuestión de determinación psicológica más que de fuerzas, y por suerte en ese instante reaccioné, me di cuenta que había estado a punto de ceder y haber perdido la oportunidad que me estaba brindando esta carrera, que sí iba a ser tan determinante como yo la esperaba en este mi inicio en la andadura de las largas distancias, y que me cuestionaba como corredor que pretendía serlo de ultra fondo, y dependía de mí la decisión final. Había llegado a aquel avituallamiento, creo recordar situado en el kilómetro treinta y siete, con los brazos y el ánimo caídos, en la posición treinta y tantos, y estando allí intentado zamparme un montadito de jamón de york, llegó la primera, después la segunda fémina, un Master, y yo quejándome,¡me cagüen… seré…!, ¿por dónde vendrá el último que cruce la línea de Meta?.

Sin ánimo, pero con la determinación de terminar como sea, nada más salir de aquel avituallamiento, me coge otra chica, le animo, le digo que a escasos minutos lleva delante a las primeras, y me dice que para ella con solo acabar es un triunfo, ¡toma ya!. Y yo me quería retirar porque estaba frustrado. Me pasa, posteriormente lo hace también otro corredor, e intento incentivarme no perdiéndoles de vista, llega una subida, tropezón y ahora sí al suelo, golpe con una piedra, creo que era la única de todo el recorrido, en la cara exterior del muslo izquierdo, donde si te dan un rodillazo te dejan durante unos segundos inútil la misma extremidad (un bocadillo), “¿no querías caldo? ¡pues dos tazas llenas!”. A partir de ahí empezó mi “via crucis” particular, en las subidas sufría y en las bajadas penaba, las piernas no eran mías, tropezaba muy habitualmente a pesar de recriminarme continuamente mi falta de destreza. La última hora la hice literalmente andando.

Así llegué a la última cuesta que daba acceso a Benissa, tras pasar por debajo de la autopista, unas animosas voluntarias, discutían si era mejor decir los metros que quedaban o el tiempo que se tardaba en cubrir la distancia, al fin y al cabo era cuestión de gustos, en lo que sí que estaban de acuerdo era en premiar al corredor que pasara en la posición sesenta y nueve, por desgracia no era yo, les pregunté si podía esperar, no me contestaron, quizás pensaron que tampoco estaba como para disfrutarlo, decidí coger aquella cuesta y poner fin a esta crónica.

Finalmente enfilé aquellos últimos metros, con la gente animando y aplaudiendo como si fuera el ganador, aproveché para agradecer aquellos aplausos y levantar los brazos, sintiéndome ganador y con la lección bien aprendida, después de diez horas y el puesto cincuenta y nueve; por diez me quedé sin premio.

Mi reconocimiento y admiración al otro componente del Club Teixereta d'Atletisme, Bartolomé González, que consiguió acabar en trece horas.

Enhorabuena al Grup de Muntanya Margalló de Benissa, por supuesto al mejor: Sebastián Sánchez, y mi público agradecimiento a Víctor al que dedico la presente crónica.





domingo, 17 de marzo de 2013

Crónica Carrera Montaña de Castalla 2013



CRÓNICA CARRERA MONTAÑA DE CASTALLA 2013

Bueno, pues no ha estado nada mal, y me refiero a la temperatura que finalmente no ha sido tan fresca como inicialmente se podía esperar, al recorrido que ha tenido de todo un poco, y lo que ha estado muy bien ha sido la organización de nuestros vecinos de Castalla, con sus avituallamientos, su refrigerio final con latas de cerveza “a tutti plen” ¡abajo los prejucios!, su montaña ahí al lado del pueblo,  he incluso los resultados de los escasos Teixe atletas montañeros desplazados al lugar; incluso algunos corriendo  -¿conocéis a un tal Bartolo?-, al parecer por eso de la proximidad y de paso para acumular kilómetros cara a La Perimetral de Benissa, por si ésta tuviera pocos. ¡Nos vamos a hartar!.

La zona de salida y meta: súper. Deberían alquilarla para eventos en otras localidades; despejada, con suficiente espacio para estacionamiento en sus proximidades, idea genial la de colocar un par de sanitarios portátiles de esos que cuando los ves te evocan los recuerdos de cuando se extendían por doquier en obras en plena actividad y conciertos multitudinarios ¡cómo se les habrá ocurrido?, aunque creo que a los atletas montañeros preferimos aliviarnos con amplitud de miras. La entrega de dorsales rápida y limpia ¡vamos…! dan ganas de estar recogiendo dorsal todos los días, en definitiva: sin un pero.

La salida puntual, como toca, aunque al parecer para cumplir la distancia homologada de esta prueba, de quince kilómetros y pico, tuvimos que empezar haciendo el pico, por ello, nos colocaron a los ansiosos e inquietos corredores a una distancia necesaria por detrás del arco de salida, con ello conseguían dos cosas: como he dicho anteriormente completar la distancia enigmática de quince kilómetros y pico, y por otro, evitar los empujones y atropellos iniciales propiciados por la estrechez del mismo.

La carrera de inicio rápida, propiciada por el terreno con algo más de kilómetro y medio de asfalto, y alentados por el propósito de evitar atascos en las primeras estribaciones montañeras a las que se accedían por una estrecha y empinada senda, la misma por la que se hacía el regreso, posteriormente algo de buena pista, y luego más senda bien señalizada, sin pérdida –palabra de despistao-, luego más pista y senda, bajadas con algo de complicación técnica y finalmente vuelta al tramo de asfalto, interrumpido brevemente por los mismos metros de barranco que hicimos al inicio, para terminar con el kilómetro y medio de asfalto con leve pendiente favorable, en el que posteriormente, todos coincidían en que se les había hecho interminable –en el argot ciclista: pestoso-.

En resumen, si el objetivo con esta distancia, el precio de inscripción, el recorrido, la bolsa de corredor, y el refrigerio final, eran aficionar a algunos de los neófitos a estas pruebas; sin duda, lo han conseguido. Para desventura de los que dejan las inscripciones para última hora. No tardará mucho el día en el que se tengan que hacer las inscripciones de un año para otro (en la de Sierra del Coto de este año se agotaron en escasamente dos semanas).

Los resultados, los de esperar, Oscar Pérez demostrando que no es casualidad que haya quedado primero recientemente en su categoría en la liga autonómica de carreras de montaña, acompañado por los que como él, suelen estar delante. En mi caso, mi intención era la de tomármela como un entrenamiento, ya que no sé si estoy pagando los excesos del maratón de Segorbe, pero el caso es que llevo dos semanas “de capa caída”, espero recuperarme en estos doce días que quedan para La Perimetral. ¡Ya os enteraréis!.








Crónica Maratón Sierra Espadán 2013



CRÓNICA MARATÓN MOTAÑA SIERRA ESPADÁN y la fuerza de la voluntad (de leerla).


Nos quejamos de puro vicio. Yo mismo, iba a comenzar haciéndolo en esta crónica; por los motivos que más abajo os pasaré a relatar, pero ahora debo comenzar reconociendo el pundonor, le amor al deporte, y la fuerza de voluntad que me ha demostrado mi compañero de aventura.

Bien tempranito arreamos para Segorbe, no en multitudinario grupo, sino en la compañía que nos brindábamos mi admirado compañero Roberto y el que suscribe. Eran las cinco y media de la mañana, Roberto apenas había podido calentar la cama, ya que después de todo el sábado trabajado llegó a casa sobre las tres de la madrugada, por lo menos eso me contó, y no dudé en creer cuando le miré perplejo a la cara.

Como era mi propósito, llegamos con tiempo suficiente para poder desayunar ya en el lugar; por que a las horas que sonó el despertador va ser que no.
-         ¡Desayunar dices!, pero si yo estaba cenando a las dos de la madrugada, -eso me dijo-.
Finalmente le convencí para que tomara un café y dos dulces. Mientras, yo daba buen recaudo de las vituallas mañaneras y le aconsejaba como buen imprudente; ya que para mi también era la primera maratón, y también de montaña; de lo importante que era dosificar los esfuerzos, y eso “de que en montaña menos es más” y chorradas de esas, que cuando estas en faena ni te acuerdas, él entretanto dormía. No había discusión posible.

La mañana a pesar de fresca, estaba iluminada por un sol esperanzador. Sobre las ocho y media, nos pidieron a los participantes que nos metiéramos en un redil habilitado al efecto, con el propósito de pasar por “la manta” que era la que electrónicamente pasaba lista, finalmente allí nos encontramos todos los que estábamos, ni uno más ¡palabra de Chip!. Allí estuvimos como presos en hora de patio –novecientos inscritos en el terreno que ocupa una pista de básquet y un mini frontón- hasta casi la hora de salida, en la que bien encauzados, nos amontonamos lo más próximo posible al arco de salida, quizás con la intención de ahorrarnos algunos metros de penuria o bien entrar sin contratiempos en la primera curva, que está visto que puede ser determinante en el resultado final de este tipo de pruebas.

Puntual, salimos para mi sorpresa bastante deprisa para lo que yo esperaba que pudiera ser en una carrera tan larga, de hecho enseguida se abrieron huecos y cada uno defendió su posición como pudo. La primera mitad de la carrera era la que acumulaba la totalidad del desnivel, poniendo el terreno a cada uno en su sitio. Yo como buen novato sobrado de temeridad, me mantenía entre los puestos diez y el quince, unos me pasaban, a otros pasaba yo, en definitiva: “las gallinas que entran por las que salen”. Hasta la subida a la cota máxima a la carrera, y la bajada inmediata desde el pico que da nombre a la sierra, fui alterando posiciones con unos y otros, veía y me veían, pero poco después del avituallamiento del kilómetro veintiséis, me encontré con “la soledad del corredor de montaña”. Es difícil creer que en una carrera con casi novecientos participantes, puedes estar corriendo, kilómetros y kilómetros sin ver a ningún otro, la verdad es que sobrecoge.

Ahí iba yo, en la posición diez, corriendo y corriendo, y saludando a los que por el camino me cruzaba, ¡de verdad que da alegría ver de vez en cuando a alguien!, ¡Ah y por supuesto!, en los avituallamientos parando ¡que en todos los trabajos se fuma!. Vamos una situación idílica y bucólica donde las haya, salvo por los calambrazos alternos que me daban unas veces los gemelos otras veces la cara interior de los cuádriceps, posiblemente tendría algo que ver que ya llevaba más de treinta kilómetros, no sé. Es curioso como en estos trances de carrera, pasas de repente a ver un participante delante, y de eso a cogerle y despedirte de él es un todo, del mismo modo pero al revés, que cuando eres cazado tú, -a esas alturas, tenemos poco margen de maniobra-. De este modo llegué hasta la posición nueve.

Y hablando de márgenes… antes de llegar a Castellnovo, en una zona de huertas, por cuya linde discurría la senda por la que transitábamos, paralela a una acequia, me encuentro que un huertano dominguero que tenía estacionado su vehículo sobre la senda por la que discurría el trazado, hasta tal punto que tuve que pasar haciendo equilibrios para no tocar su espejo retrovisor y resbalar margen abajo, motivo por el que le recriminé tal estacionamiento, recibiendo como contestación: “nosotros tenemos que trabajar”; no sé qué tenía que ver una cosa con la otra, pero como tenía algo de prisa tampoco quise entrar en controversias.  El caso es que paso de refilón por Castellnovo, última localidad antes de la deseada Segorbe, kilómetro 37 de carrera, y un buen hombre me da ánimos, me dice que voy muy bien, que mantenga la posición, me ofrece agua de una botella que portaba, y vez de parar a refrescarme, y contarle que unos metros antes había llamado la atención a aquél vecino y pedirle que le hiciera entrar en razón, para que no se ofuscara porque unos pocos ociosos corriendo le habían fastidiado su domingo de huerta y su magnífica plaza de estacionamiento, ya que aún tendría que soportar el paso de algunos más; voy y sigo. Ya no me acordaba de mis premonitorias palabras “menos es más”, y así fue, camino asfaltado perfectamente visible, las cintas en los árboles, sigo por el camino asfaltado, pero… ¿y las cintas? ¡bueno a lo mejor como el camino es “to tieso, pa qué” van a gastar en cintas! “poner cintas pa na, es tontería”, y yo corriendo, y corriendo, curvita a la derecha, y corriendo y pensando: ¡vaya tela, mucho ahorro me parece esto, que no veo cintas!. Hasta que finalmente, veo que el camino asfaltado sale a una carretera, ¡cómo, me cagüen, y ahora qué hago! me paro, no pasaba un coche. Finalmente veo que procedente de Castellnovo venía un vehículo ¡a este le ha tocao!, le hago parar, era una familia, primero les digo que estoy perdido y después les explico que lo del dorsal es por la carrera, y hablando de carreras… les pregunto si tienen alguna idea de por dónde puede discurrir, y el hombre en vez de decirme lo que realmente pensaba, prefirió desviarse de su camino, confirmar si había llegado allí por aquel mismo camino asfaltado, y pedirme que esperara allí mientras él desandaba con el coche aquel recorrido por si veía alguna indicación, cosa que hizo inmediatamente, pero yo no estaba por la labor de esperar pacientemente a que me trajese recado, por lo que decidí echar a correr tras el coche, a pesar de correr el riesgo de confirmar las peores sospechas que pudieran tener sobre mi persona los ocupantes de aquel vehículo. ¡Bendito sea el Señor!, allí saliendo de los frutales para adentrarse en unos campos yermos, un corredor, ¡mira, mira, por ahí va uno! -me gritaban los ocupantes del vehículo-, y yo como perro cegado tras su presa, los sobrepasé sin tiempo apenas de agradecerles su colaboración únicamente con el ansia de llegar a la altura de aquel corredor que me ponía nuevamente en el “buen camino”; tras aproximadamente ochocientos metros de más y unos diez minutos de despiste.

Qué susto le pegué a aquel buen amigo, -¡pero tío, a ti qué te han dao?- nada, que me he perdido- le dije. Me dijo que creía que era el doce o el trece, y yo pensé que iba a ser por poco tiempo, porque tenía que intentar recuperar lo perdido aunque solamente quedaran cuatro kilómetros, así que me metí en faena y curiosamente empecé a desear que ojala quedara más para terminar; ¡vamos… delirando!.

Ya entro a Segorbe, me resulta familiar la calle, es la misma por la que subimos al inicio de la carrera, las vallas de meta, desde ellas aquella misma familia del coche, animándome y recordándome que para no ser muy listo, no estaba mal, y es que: ¡NOS QUEJAMOS DE PURO VICIO”.

¡Leche, se me olvidaba Roberto¡ ¡qué habrá pasado con Roberto! Pues nada, lo dicho, a pesar de los pesares, que dice que fueron muchos y variados, podemos confirmar que la pareja “terco y despistao” acabaron su primer maratón de montaña, ambos felices, uno por el reto personal de superación y el otro porque no se enteró cuando daban los trofeos y lo recogió a destiempo, quedado de este modo al abrigo del anonimato.

No puedo terminar sin felicitar al otro componente del Club que también participó y se inscribió como tal: José Antonio Campillo, y al que tuve ocasión de saludar y conocer en aquel mismo lugar, a pesar de haber coincidido en alguna otra carrera. Lástima que no tengamos los componentes de este Club la complicidad en este tipo de pruebas como la demuestran los que participan en las de asfalto, y es que ya se sabe… “la soledad del corredor de montaña”.

Nota del autor: Por favor, os ruego discreción, si se entera la organización que me he saltado parte del recorrido, aunque sea para hacerlo más largo, me podían desposeer de mi reconocimiento como tercer clasificado de la categoría Veteranos A, y ya he empezado los botes de mermelada y de miel, y las nueces tampoco quedan, por el trofeo no habría problema.