Mira
que me resultaba difícil encontrar “partener” en mis correrías por el monte.
Son muchos los problemas que se plantean cuando decides quedar con alguien para
entrenar, ya que hay que compatibilizar horarios, objetivos de entrenamiento,
trayecto y ritmos, además de otros muchos que se pueden generar durante la
actividad, tales como conversaciones o ausencia de ellas, por decir algunos. En
parte, es esta situación de soledad, la que me sugirió la frase que acompaña el
título de este modesto Blog.
Resignado
estaba, pero un día de frío invierno, preparándome para salir a hacer un rodaje
sin muchas pretensiones, se me ocurrió llevarme a nuestro can, y de este modo
evitar que saliera a la calle mi hija con su perro -capricho de la niña, aunque
finalmente, consensuada la decisión, gracias al voto de calidad de su madre, claro
está- cosa que alegró a la niña, y por qué no decirlo, también a la madre. El
animal, no dijo nada, se limitó a olisquearme, extrañado por mi entallado
atuendo.
Este
fue el inicio de un fuerte lazo de amistad y camaradería, entre este “chalao”
del “trail running” y su can: diez kilos de “chucho”, un añito, una hembra de raza
indeterminada, adquirida en los saldos de la perrera local, inicialmente de
raza pequeña y ahora se nos antoja mediana, unos treinta centímetros hasta la cruz,
pelo corto de color canela, y hocico perfectamente adaptable a la estrechez y
profundidad de los envases de yogurt o cualquier otro recipiente alimenticio,
ojillos redondos y brillantes que hábilmente utiliza para conseguir algunas
galguerías.
Ya
va para cuatro meses, el tiempo que llevo compartiendo salidas con nuestra
perrita “Lola”, la verdad es que se me hace muy extraño cuando no me acompaña,
principalmente los fines de semana cuando madrugo y a pesar de que me oye,
prefiere hacerse la remolona, y quedarse tumbada sobre la cama con su legítima
dueña, observando –y si los perros rezan- rezando para que no le eche a faltar
y me vaya sin requerir de su compañía; cosa que no suelo hacer, ya que si el
animal no se presta, no le obligo.
Sigo
prácticamente con los mismos hábitos que al inicio, hasta la salida a caminos o
sendas poco transitadas de personas y vehículos, la llevo atada. Corre a mi lado mientras dura aquella situación, pero cuando se nota suelto, el
animal se sitúa detrás, manteniendo una distancia que difícilmente modifica,
salvo en los terrenos más empinados, que si puede correr, me adelanta aunque
girándose continuamente, para observar cualquier advertencia que le pudiera
hacer o para no distanciarse excesivamente. (ver vídeo)
Ya
había empezado esta actividad con el animal, gratamente sorprendido por su
capacidad, y la satisfacción que le produce cuando empiezo “la misa” de
preparativos para iniciar la salida, cuando empecé a indagar en Internet sobre
este tema. La sorpresa fue mayúscula, cuando leía artículos de “canicross” y
hablaban de distancias, preparación, así como artículos de aficionados al
“running” que difícilmente superaban la distancia de diez kilómetros. Bueno,
pues mi perrita “Lola” o cariñosamente “jabalines” cuando estamos metidos en
faena, el hacer recorridos de montaña con desniveles positivos que superan
ampliamente los mil metros, y distancias de entre veinte y treinta kilómetros,
es “el pan nuestro de cada día”, o casi, ya que actualmente, y sin ánimo de ser
pretencioso, “jabalines” acumula fácilmente los sesenta kilómetros semanales en
unas cuatro salidas.
Perraco sobre la nieve ( desde El Caño, al fondo el Maigmó) |
No
tengo ningún interés en practicar con mi compañera la actividad competitiva de
“canicross”, ya que por su tamaño sería difícil que pudiera tirar de mí, así
como en las bajadas técnicas le cuesta seguir mi ritmo, además de no estar
perfectamente adiestrada para correr delante. A ella le gusta ir olisqueando
por aquí y por allí, rezagarse para luego pegar un potente “spring” y volverme
a coger. Y a mí me gusta observarle con la satisfacción de creer que quizás
ella tenga el mismo sentimiento de plenitud y libertad que me produce realizar
esta actividad.
Hazlo
por ti, quizás te lo merezcas, busca en “los saldos” de cualquier albergue
canino, pudiera alguno decidir compartir algo contigo.
Protectora de Ibi
Protectora de Ibi
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