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jueves, 17 de octubre de 2013

Y ahora qué...



Tres meses, desde mi última entrada, y casi el mismo tiempo desde que me hicieron la angioplastia. Que qué es eso… pues para el que no sepa de ese “palabro”, les diré que es lo que vulgarmente la gente llama “poner muelles en el corazón”, quizás les venga en mente algún conocido o ascendente familiar que le pusieron alguno de los dichosos “muelles”. Al parecer, la angioplastia es una alternativa mínimamente invasiva a la cirugía de revascularización coronaria: vamos que te introducen un catéter por una arteria hasta llegar al corazón y te colocan un stent en el estrechamiento de la arteria que pudiera haber ocasionado el infarto o con peligro de ocasionarlo.
 
Estaba claro que algo tenía, aquello no era normal, aquello de lo que ya adelanté algo en mi última crónica de aquella aventura deportiva, tras la “Quixote legend”, pero claro, quién iba a pensar que en un individuo en el que no predominan los factores de riesgo de enfermedades coronarias, podía tener una: pues sí, sí que la tengo, y digo que la tengo, porque el “recauchutado” este que me han hecho, es una reparación al daño inmediato, pero la causa que lo ha generado sigue ahí.
  
En el artículo “Inscripción: valor y precio" exponía algunos motivos que me llevaban a practicar deporte a nivel de competidor popular: y os decía que eran parte de mi personalidad, y que no creía que fuera ni mejor ni peor, sino que era una circunstancia más. Pues eso, que cuesta de asimilar que esa parte de ti la tienes que cambiar, tienes que reacondicionarte a estas nuevas circunstancias que no casan con tu arraigada personalidad.

Ahora las sensaciones parecidas a cuando acabas de salir de una lesión y vuelves a la actividad, parece que te vayas a romper en cualquier momento;  pues imaginaos cuando la lesión la tienes en tan singular sitio.

A lo que iba… ya he vuelto a la actividad deportiva, con unos kilos más de peso y aquella sensación de fragilidad; estoy dejando el pulsómetro en casa, no puedo evitar dejar de mirarlo, es otro lastre más; salgo solo, principalmente con la bici, prefiero evitar tentaciones. No puedo dejarlo, soy un “yonki” del ácido láctico, espero que no me “salten los muelles”. Miro con añoranza los resultados en las páginas de cronometrajes, las próximas carreras y fantaseo con la posibilidad de participar ¡no sé, quizás, ya os contaré!