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Como
consecuencia de mi temeridad, me veo en la situación más odiada por cualquier
deportista popular intoxicado de carreras; lesionado y apartado de las zapas.
La consecuencia es un exceso de tiempo libre y miradas melancólicas a la
montaña desde la ventana, remedio casero: “el internete”. Y claro, como no
puede ser de otro modo en un afectado por la epidemia runner, ojeando páginas y
“blogues” de deportistas algo más populares que yo –me remito al contador de
visitas. Casualmente encontré un blog que me hizo pensar lo mediocre que era el
mío, y además daba una explicación amplia y clara de lo que era el “Punk Trail”
¡me pareció genial!, y me sorprendió que a pesar de las escasas semanas que
llevo contendiendo en este mundillo no lo hubiera escuchado antes. El caso es
que daba una solución a la discusión bastante generalizada, entre los
corredores populares, respecto de la carestía de las inscripciones y la
necesidad de cobrar más o menos dinero.
Parece justo
que si hay gente que posibilita el escenario para que otros “se superen” y
alcancen el “súmmum” personal, cobren por ello, de hecho hay profesiones con
los mismos objetivos, y nadie les reprocha que paralelamente consigan un
beneficio económico. Lo llamativo es cuando lo que nos venden como principal parece
que queda eclipsado por lo accesorio, y para muestra “un botón”; como ya
mencionaba en la crónica de “Quixote Legend”, estaba claro que no se
correspondían el pago de algo menos de doscientos euros por los servicios que
te ofrecían durante tres días de prueba deportiva y cuatro noches, y más cuando muchos de los
que estábamos, lo hacíamos “invitados”, pues eso… que he encontrado el acuerdo
que suscribieron la empresa organizadora y la administración patrocinadora, del
que he extraído la parte en la que se detallan las cantidades económicas
manejadas por esta mercantil, que figura registrada como tal escasos meses
antes ¡Qué sería antes el huevo o la gallina!
Esto de la
organización de carreras se ha convertido como “la comunión del niño”; podamos
económicamente o no, hay que hacer convite a lo grande ¡mi niño no va a ser
menos! Y como respuesta, quieren que estés a la altura con el regalo, no se
conforman con recibir un abrazo y la enhorabuena. Me estoy refiriendo, claro
está, a los padres de la criatura: a los clubes. Debido a la situación
económica actual, ante la falta de patrocinios, está claro que en la mayor
parte de los casos los costes de la organización del evento se sufraguen casi
en su totalidad con lo recaudado por inscripción -salvo excepciones-. Cuando el
corredor paga su inscripción, no lo hace pensando en la contundencia de la
bolsa de corredor, salvo que sea este el gancho como modo de enmascarar “un
outlet” y se publicite aquella explícitamente, pero sí que sucede que cuando
termina la prueba se realice una chequeo de la calidad de los servicios
recibidos y la correspondencia con el desembolso económico, concluyendo de este
modo si existe o no proporción, y como resultado plantearse o no la repetición
otros años ¡Es igual, ya ha pagado, otros vendrán! No dudéis, que por muy mal
que habléis de una prueba, no conseguiréis desbancar el poder de convocatoria
que tiene la contratación de una empresa de cronometraje, y una mínima difusión
publicitaria. Efectos de la hinchazón burbujeante de las carreras populares.
Aquí el factor “regalo a voluntad” está controlado, ya que si no pagas la
preceptiva inscripción tendrás que renunciar a incluir tal participación en tu
“currículum deportivo”.
Con este
planteamiento, los deportistas “librepensadores” se pueden sentir un poco
compungidos ya que deben de entender que han caído en las redes de lo
ordinario, de la manipulación pura y dura de las masas. Individualmente,
podemos tener unos argumentos respecto al motivo que nos empuja a inscribirnos
a competiciones, y que nos pueden parecer muy particulares, pero no tengáis
duda, los más profundos y básicos son los mismos en prácticamente todos los que
están dispuestos ha pagar por correr bajo unas normas que impone una
organización, aunque paradójicamente asimilen dicha actividad a libertad. Yo lo
tengo claro, correr ni me quita o da libertad, ni me hace mejor o peor persona,
ni me hace conseguir retos más o menos memorables, lo hago porque es una
distracción y una actividad de desahogo de frustraciones, de reafirmación con
las necesidades que componen aquella base de la pirámide expuesta por el tal
“Maslow”, recordándome lo que es realmente vital e importante, al fin y al
cabo, es una de las muchas circunstancias que conforman mi personalidad, pero
no por ello la hacen mejor, sino simplemente: es la mía. Y como tengo bastantes
defectos, en ocasiones pago por correr y me he dado cuenta que cuanto más
corro, más pago.
Ahora me estoy
acordando del intento de algunos “revolucionarios”, que con intención de hacer
frente a esta corriente, decidieron organizar una prueba deportiva
contabilizando y minimizando los gastos, con el propósito de pedir como
inscripción una cantidad económica ajustadísima; recibiendo como reconocimiento
a su labor, el desagrado de los “finisher” que echaban de menos la camiseta
conmemorativa a la vez que remilgaban por la exigua bolsa de corredor, sin
echar cuentas que con el ahorro que les había supuesto la inscripción quedaba
bajo su criterio el llenado de la misma. Así como “malas caras”
de organizadores de pruebas similares con inscripciones “normales”. Y de
aquellos, que teniendo patrocinio, decidieron romper moldes, y a pesar de dar
camiseta, no pidieron ni “un chavo” por la inscripción, resultado:
“tropecientos” inscritos y la mitad de participantes, con el proporcional
exceso de camisetas impresas y gastos.
Haciendo un
cálculo, más o menos, de lo que cuesta una inscripción y la distancia de la
prueba, por regla general sale aproximadamente a un euro el kilómetro, de tal
modo que unos “10k” están por los diez euros, y una ultra como la “UTMB” de 166 km. por unos ciento
sesenta euros, o lo que viene a ser parecido a conducir un vehículo que
consumiera sesenta y cinco litros de gasolina cada cien kilómetros; más del
doble de lo que consume un “Bugatti Veyron Grand Sport 8.0 W16 Aut. 7V” que
tiene “1008 cv” de potencia. Por lo que deja claro que la eficiencia económica
y la inscripción a las carreras populares está más que reñida.
¡No tenemos solución! ¡Realmente
creéis que esto de correr nos hace mejorar en algo? No sé, quizás pensamos que
las carreras que no tienen precio carecen de valor ¡cómo tantas otras cosas! al fin y al cabo corremos como vivimos: por encima de nuestras posibilidades.
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