¡Tampoco será para tanto! Es lo primero que piensas cuando ves
“Dificultad: Muy Alta” en las indicaciones generales de una carrera de montaña. Ya los participantes de la primera edición en
“La Perimetral
a Benissa”, a su fin, contaban que resultaba una carrera con un recorrido muy
exigente, muy singular, y con una organización mayúscula.
A los que nos gustan los retos, y vamos cogiendo el gustillo a
estos desafíos, nos pareció que esta prueba podía ser uno de los objetivos
marcados en este año 2013, por ello, y en el caso de este neófito en tales
lides, quise comenzar el año con una prueba larga, pero no tanto, por eso de la
toma de contacto y sin necesidad de “quemar todas la naves”, de ahí la decisión
de correr “El Maratón de Sierra Espadan”, a un mes vista del gran objetivo.
Aquella primera prueba de contacto, me sirvió para venirme
arriba, quizás excesiva y peligrosamente, ya que por aquellas fechas me
encontraba en un pico de forma, y pude afrontarla con una solvencia de la que
quedé gratamente sorprendido. Infravaloré la fase de recuperación posterior,
dejándome en una situación de vacío tal que pude ser víctima fácil de
resfriados y gripe, quedando en este tiempo imposibilitado para ir acumulando entrenos
y peor aún, recuperar y quedar como poco al mismo nivel. Y como expresión
gráfica de mi situación física, el resultado de la carrera de montaña en
Castalla, que hice únicamente por proximidad y como parte de entrenamiento, en
la que salí enfermo, teniendo que realizar alguna parada técnica durante la prueba,
pero bueno…, aún quedaban casi dos semanas, tiempo suficiente de recuperación.
Bueno, ya está la fecha, mi prueba de bautismo en el ultra
fondo, después de darle muchas vueltas, comuniqué a la organización mi deseo de
pasar la noche previa, en Benissa; no había problema, me indicaron que metros
de suelo libre quedaban algunos en el albergue de aquella localidad. Al fin y
al cabo, el propósito era evitarme el estrés que me supondría realizar los
pocos más de cien kilómetros que me separaban de aquella localidad, y la
preparación previa de aquel viaje, que aunque corto, por la hora a la que sería
conveniente la llegada, sobre las cinco de la mañana, sí que parecía que era
adelantar la épica de la prueba unas horas antes.
Calculé la llegada a Benissa el día de antes, con tiempo para
recoger el dorsal, así lo hice, y me salió redondo, porque estaba en aquellas,
cuando alguien de la organización se me acercó, y tras reconocerme que a veces
veía muertos o los que pronto iban a serlo (deportivamente hablando, claro), me
ofreció la posibilidad de que descansara estas horas previas en mejor aposento,
indicándome uno más propio de cortesano que de plebeyo. Y así fue como acabé
compartiéndolo con los Señores (federación) y, como no podía ser menos en tan regia
estancia, con el que a toda luces también lo era el de la carrera: Sebas
Sánchez. Eso sí, en el lustroso Albergue de Benissa, edificio de porte señorial
e histórico situado a la espalda del convento Franciscano y un antiguo
seminario de la misma corriente; ubicación nunca más acertada, para algunos
como el que os lo relata, ya que sería premonitorio sobre las enseñanzas que
tendrían por venir, en el abrupto camino del seminarista a Corredor de Montaña.
Tras aquella media noche, adosado a la élite de la prueba, con
el sueño continuamente interrumpido por los soniquetes de móviles que advertían
de la llegada “wassup” y otros ruidos no tan tecnológicos, fueron como suele
ser habitual los tecnológicos los que advirtieron a los “dormitones” de la hora
de poner de punta los huesos; ¡cómo, pero sin son las cuatro de la mañana!.
Desayuna lo que puedas, estilo “Diana la de V”, y para la Salida. Lo que quedaba de noche
resultaba plácido, en temperatura y con ausencia de viento y ambientazo en los
aledaños de la
Salida. Amenizando, para desgracia de los sacrificados
vecinos, una batukada. Al ritmo de ésta, mi corazón. La resaca de tal derroche
de pulsaciones lo pagué en el punto más alejado de esta coqueta y hospitalaria
ciudad de Benissa, por suerte para mi intransigente ego ya que de lo contrario
hubiera rendido armas.
Inicio rápido, controlado, pero rápido, a tal punto que ya en la
primera subida nada más dejar los primeros campos de cultivo aledaños al
pueblo, se creó un grupo cabecero de no más de una decena de componentes y
entre éste, y la estiradísima fila de luciérnagas que lo seguía, se encontraba
un importante apagón, mitigado por el brillo tenue de algún que otro que se
resistía a abandonar tan peligroso ritmo, temiendo que ese ansia podía ser el
queso de la ratonera, yo era uno de esos, movido por la ilusa esperanza de que
finalmente podía ser más rápido que el resorte que la cierra.
Después de aquella primera subida, espoleados por el amanecer,
se abrieron tales huecos que ya comencé a correr en total soledad, aunque resultaba
francamente difícil tener tal sentimiento, cuando estaba custodiado todo el
recorrido por voluntarios, vestidos con su camiseta verde, verde esperanza, dice
la organización que unos trescientos, pero parecían muchos más, y alentando continuamente
a los corredores. Desde aquí mi reconocimiento y total agradecimiento, seguro
que son responsables de que no hubiera más abandonos, por ello, el logro
personal que supone realizar una gesta de este tipo, hay que agradecerla a los
que sacrifican su tiempo para facilitar el escenario.
El recorrido perfectamente señalizado, sin pérdida, ni siquiera
para mí, camisetas verdes por doquier, y once
avituallamientos repartidos en los sesenta y cinco kilómetros del
recorrido, entre ellos, atendiendo la dificultad y desgaste físico que suponía
el tramo, algunos separados por escasos cuatro kilómetros, y recibidos en cada
uno, como si fueras el primero de la carrera. En el de Senija había “speaker” que
incluso sacaba, al que podía, algunas palabras. Esto es lo amable de la
carrera, la dureza la pone el perfil y la dificultad técnica de muchos de los
tramos, tanto de bajada como de subida, y la cantidad de kilómetros que se
hacen por crestas de la sierra, que en esta zona están descarnadas dejando al
aire filos de la piedras como sílex. Y no es casualidad este ejemplo, ya que en
la cima de Bernia, kilómetro treinta y dos, se encontraba el premio “cro-magnon”
al primer valiente.
Parece ser que llevaba gasolina hasta a aquel punto, porque fue
a partir de ahí cuando ya dejé de carburar, me bajaron las pulsaciones y el
ánimo, en los metros de cresta que había que recorrer entre las dos cotas
máximas, ya no conseguí que volvieran a subir, por aquel lugar pasé entorno al
veinte, y en la bajada técnica de aquella cota máxima ya empecé a plantearme la
posibilidad de abandono, tropezaba, perdía la senda, resbalaba “sin ton ni son”,
y no me quitaba de la cabeza el desanimo de ver truncada esta fecha que con
tanto anhelo había esperado.
Con aquellas cavilaciones llegué a un avituallamiento de sólido,
ya con idea de entregar la cuchara, casualmente estaba el director de carrera,
hizo el comentario general de que a partir de ese punto era cuestión de
determinación psicológica más que de fuerzas, y por suerte en ese instante
reaccioné, me di cuenta que había estado a punto de ceder y haber perdido la
oportunidad que me estaba brindando esta carrera, que sí iba a ser tan
determinante como yo la esperaba en este mi inicio en la andadura de las largas
distancias, y que me cuestionaba como corredor que pretendía serlo de ultra
fondo, y dependía de mí la decisión final. Había llegado a aquel
avituallamiento, creo recordar situado en el kilómetro treinta y siete, con
los brazos y el ánimo caídos, en la posición treinta y tantos, y estando allí
intentado zamparme un montadito de jamón de york, llegó la primera, después la
segunda fémina, un Master, y yo quejándome,¡me cagüen… seré…!, ¿por dónde
vendrá el último que cruce la línea de Meta?.
Sin ánimo, pero con la determinación de terminar como sea, nada
más salir de aquel avituallamiento, me coge otra chica, le animo, le digo que a
escasos minutos lleva delante a las primeras, y me dice que para ella con solo
acabar es un triunfo, ¡toma ya!. Y yo me quería retirar porque estaba frustrado.
Me pasa, posteriormente lo hace también otro corredor, e intento incentivarme no
perdiéndoles de vista, llega una subida, tropezón y ahora sí al suelo, golpe
con una piedra, creo que era la única de todo el recorrido, en la cara exterior
del muslo izquierdo, donde si te dan un rodillazo te dejan durante unos
segundos inútil la misma extremidad (un bocadillo), “¿no querías caldo? ¡pues
dos tazas llenas!”. A partir de ahí empezó mi “via crucis” particular, en las
subidas sufría y en las bajadas penaba, las piernas no eran mías, tropezaba muy
habitualmente a pesar de recriminarme continuamente mi falta de destreza. La
última hora la hice literalmente andando.
Así llegué a la última cuesta que daba acceso a Benissa, tras
pasar por debajo de la autopista, unas animosas voluntarias, discutían si era
mejor decir los metros que quedaban o el tiempo que se tardaba en cubrir la
distancia, al fin y al cabo era cuestión de gustos, en lo que sí que estaban de
acuerdo era en premiar al corredor que pasara en la posición sesenta y nueve,
por desgracia no era yo, les pregunté si podía esperar, no me contestaron,
quizás pensaron que tampoco estaba como para disfrutarlo, decidí coger aquella
cuesta y poner fin a esta crónica.
Finalmente enfilé aquellos últimos metros, con la gente animando
y aplaudiendo como si fuera el ganador, aproveché para agradecer aquellos
aplausos y levantar los brazos, sintiéndome ganador y con la lección bien
aprendida, después de diez horas y el puesto cincuenta y nueve; por diez me
quedé sin premio.
Mi reconocimiento y admiración al otro componente del Club Teixereta d'Atletisme,
Bartolomé González, que consiguió acabar en trece horas.
Enhorabuena al Grup de Muntanya Margalló de Benissa, por supuesto al mejor: Sebastián Sánchez, y mi
público agradecimiento a Víctor al que dedico la presente crónica.
Dos enhorabuenas:
ResponderEliminar-Por acabarla en 10h después de pasarlo tan mal.
-Por la crónica en sí, me ha gustado mucho leerla.
El tibero que aparcó justó delante de ti y casi acabó justo detrás de ti.
¡jo Miguel, no me digas que también te llevaste el premio del 69?
EliminarMe dijeron en la última subida que era el 69 pero en el último control manual me dijeron que iba en esa posición y hasta Benissa adelanté unos cuantos, así que en realidad quedé un poco mas adelante...
EliminarAh, entonces lo del 69 era un control manual. ;)
EliminarEnhorabuena, por haber afrontado esta prueba tan dura y vencer, después de una lucha titánica como si de una batalla épica se tratara sobre el desaliento y el desánimo habiéndola terminado de una tan meritoria.
ResponderEliminarGracias Santi, pero pequeño se queda ese desafio personal y deportivo cuando conoces los de otros, como es tu caso, que a pesar de lo que llevas corriendo aún no te ha podido el desánimo.
EliminarGran crònica
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